Now you has jazz

Now you has jazz

Antes de hacer una lista de los músicos más importantes del siglo XX tendríamos que preguntarnos qué quiere decir eso de importante y cuáles son las características necesarias para entrar en este grupo VIP. Pongamos entre otras la altura de sus composiciones musicales, la profundidad de su pensamiento musical, su contribución al acervo de la historia musical incluyendo sus innovaciones y ya de paso su trascendencia para el conjunto de la sociedad. Si con estos mismos parámetros planteásemos una encuesta a nivel global serían pocos los compositores o músicos que saldrían elegidos. Seguramente Stravinski, los Beatles, Michael Jackson y algún otro estarían en todas las quinielas mientras que los demás componentes dependerían del país donde se hiciese la encuesta. En Irlanda añadirían a The Dubliners y U2, en los países francófonos a Jacques Brel, en los nórdicos a Sibelius y así sucesivamente.

En Estados Unidos la lista incluiría una serie de nombres pocos conocidos del público español no iniciado. Uno de ellos es un compositor musical adorado tanto por los grandes cantantes del “rat pack” (Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr) como por cineastas de la talla de Woody Allen. Cole Porter, así se llama el hombre en cuestión, compuso un buen número de las canciones más populares en América que aún hoy siguen siendo interpretadas; tal es el caso de los clásicos “Let’s fall in love” o “I’ve got you under my skin”.

De entre las innumerables baladas compuestas por Porter hay una que siempre me arranca una sonrisa. La particularidad de la canción es que fue compuesta para una película musical e interpretada por Bing Crosby acompañado de Louis Armstrong y su banda ante la expectante mirada de un joven Sinatra y una siempre refulgente Grace Kelly, ahí es nada. La letra de la canción, fácilmente entendible para un nivel de inglés medio, nos habla justamente de la creación del estilo en que se encuadra, nos habla de la creación del jazz.

Como estilo musical tal vez no sea el jazz uno de los que ha cruzado con mayor éxito nuestras fronteras, premio que recae en el rock y en el pop. El jazz es un estilo totalmente urbano que, si bien no tiene un origen excesivamente preciso, se vislumbra entre los entresijos de la historia americana. Partiendo de las melodías sureñas y folk que tantas maravillas musicales han producido, estos ritmos musicales fueron depurándose a la vez que se mezclaban con otros más urbanos y adquirían por el camino una mayor profundidad y estilo propio. El jazz es, por así decirlo, la voz propia de la música americana.

Porter explica a las buenas gentes de Newport que el jazz comienza por una serie de secuencias de contrabajo, clarinete, trompeta y batería. Todos juntos forman el concepto fundamental del jazz: el standard. A partir de un standard determinado se elabora toda la sonoridad jazzística, de modo que toda canción tiene un inicio determinado y un desenlace desconocido pues al standard le sigue otro elemento básico, la improvisación. La improvisación a partir de una secuencia predeterminada está en la génesis del jazz. Uno puede escuchar las versiones de “I love you Porky” de Keith Jarret y de Bill Evans y entender cómo sobre un molde común construyen dos canciones distintas.

Antes de que con su Rhapsodie in Blue Gershwin transportase el jazz a las salas de concierto éste era un estilo eminentemente urbano, callejero. Lo cual hace todavía más curiosa la identificación de los músicos de jazz con los músicos románticos. De hecho hay quien asegura que, de haber nacido en el siglo XX, Liszt hubiese sido músico de jazz.

Del estilo romántico en la música clásica se han escrito infinidad de libros. Sobre las concepciones en la interpretación de los músicos románticos, un poco menos. Dejando a un lado la música sinfónica y centrándonos en el piano como instrumento romántico par excellence observamos que grandes figuras del XIX (Chopin y Lizst) parecen entender la música de un modo similar a Duke Ellington o Thelonious Monk. Todos ellos consideran que a partir de la composición escrita se debe desarrollar el tema dando libertad al intérprete, haciendo de la partitura una hoja de ruta susceptible de alteraciones. El intérprete debe transmitir las intenciones y emociones previstas por el autor pero tiene también la libertad de introducir variaciones. No es de extrañar entonces que el jazz nazca cuando la música clásica está experimentando una evolución hacia secuencias formales y lógicas que convierten al intérprete en súbdito del compositor. Esta última es una relación de pleitesía mientras que aquella es una simbiosis.

No obstante, la relación del jazz con la música clásica no reside en el plano de la mera influencia interpretativa. Pese a los procesos de formalización experimentada por la música clásica en el siglo XX ésta se vio influenciada por diversos estilos nuevos y entre ellos estaba el jazz. Importantes autores como Leonard Bernstein y Gershwin introdujeron en sus obras elementos jazzísticos; el propio Stravinski también lo hizo, sobre todo después de instalar su residencia en los Estados Unidos.

Para el rock and roll y los demás géneros surgidos tras la Segunda Guerra Mundial el jazz tiene una dimensión bastante distinta, más fuente de influencia que otra cosa. Los padres del rock, Muddy Waters, Chuck Berry y compañeros mártires bebieron de las raíces del blues, del soul y del jazz y de allí salieron “Johnny B. Good” y más tarde “Jailhouse Rock” o el “Like a Rolling Stone” de Dylan. Es cierto que el jazz sufrió un viraje hacia el formalismo similar a la música clásica, pero al ser un estilo puramente americano su influencia en compositores posteriores es innegable.

Junto con el jazz también surgieron el blues y el soul como estilos independientes. Uno se gesta en el Midwest americano, en el cinturón de acero, columna industrial de Estados Unidos, mientras que el otro encuentra sus raíces en la música tradicional de las minorías negras al sur de la línea Mason-Dixon. Su interacción es mucho más directa que con cualesquiera otros géneros. Tal es así que clasificar una canción de Ella Fitzgerald en uno de los tres géneros es a veces imposible.

Y, con todo, el propio jazz se resiste la mayor de las veces a una simple categorización. En él se reúnen una diversidad de formas y modelos sonoros que, pese a tener un común denominador, acaban derivando en auténticos estilos independientes y el intérprete principal desempeña un papel clave, que le convierte en el elemento vehicular de toda la sesión. Si el protagonista es un John Coltrane serán las profundas melodías del saxo las que lleven la voz cantante; en el caso de Miles Davis o el propio Louis Armstrong la preponderancia residirá en las notas de sus trompetas. Las bandas que les acompañan juegan una función importante pero siempre supeditada a las intenciones interpretativas de la figura principal, tal y como sucede en las sesiones de Jarret y Bill Evans.

En el jazz vocal pasa exactamente lo mismo. Aquí el instrumento vehicular es la voz del intérprete y como tal no puede y no debe ser solapado por el acompañamiento. De este modo la voz de Diana Krall se convierte en una melodía inmortal cuando canta las inolvidables letras de la inolvidable canción de Joni Mittchel “A case of you”. Y lo mismo se puede decir de las canciones de Nat “King” Cole o de Nina Simone.

Pero el jazz no es una música megalómana sino esencialmente grupal. Aunque existe una tendencia a subrayar figuras concretas –más por necesidad que otra cosa- el jazz sigue siendo un fenómeno de conjunto. Grupos como el David Brubeck Quartet así lo demuestran. El acompañamiento siempre ha de estar presente y casi todos los buenos intérpretes suelen dejar de lado su ego y lanzarse a complejas sesiones en el directo de los conciertos.

De entre muchas de las maravillas que nos ofrece el jazz destaca la posibilidad de presenciar un acontecimiento único. En la medida en que la improvisación constituye la columna vertebral del estilo propio es imposible escuchar una misma sesión de jazz dos veces, dejando al margen las que sean grabadas claro está. Una canción de jazz nunca será igual a otra porque la improvisación, una vez imitada, pasa a convertirse en repetición y de ahí llegamos a la pauta. El jazz es pura imaginación e inventiva, es la inteligencia sometida al poder artístico desencadenado de estructuras cerradas. Así creaba Cole Porter en “Now you has jazz”:

Well, you take some skins

Jazz begins

Then you take a bass

Man, now we’re getting someplace

Take a box

One that rocks

Take a blue horn

New Orleans born

You take a stick

With a lick

Take a bone

Ho, ho hold the phone

Take a spot

Cool and hot

Now you has jazz, jazz, jazz

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